Hay mensajes que no captamos de forma consciente, y sin embargo en determinados momentos pueden llegar a influir de forma definitiva en nuestras acciones como consumidores. Un claro ejemplo es el experimento que realizó Coca-Cola en los años 50 en un cine de Nueva York. Esto nos mostró que todos somos sensibles a los estímulos subconscientes y que somos el blanco perfecto de todos los mensajes que nos lanzan las empresas para influir en nuestro comportamiento de compra.
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