Ninguno lo sabía, ni las autoridades del metro, pero el violinista vestido de forma poco llamativa era Joshua Bell, considerado uno de los mejores violinistas del mundo que interpretó en el metro una de las piezas más complejas jamas escritas, con un violín de 3,5 millones de dólares. Lo más sorprendente es que Joshua dos días antes había agotado todas las entradas para un concierto en el teatro de Boston, con un coste de 100 dólares por persona en el que tocó las mismas piezas musicales que en el metro.
La historia de Bell es real y fue un experimento social organizado por el periódico Washington Post hace 3 años, sobre la percepción, el gusto y las prioridades de las personas. Algunas preguntas planteadas por el experimento y que siguen vigentes son:
¿Percibimos la belleza en un lugar común?
¿Podemos reconocer el talento en un contexto inesperado?
Si pasamos de largo ante uno de los mejores músicos del planeta y la más hermosa música ¿Cuantas otras cosas bellas nos hemos perdido por seguir una rutina diaria?
A continuación un breve resumen del experimento:
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